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Betty la fea, ¿la historia sobre una heroína o villana?

Publicada el 24/07/202408/08/2024 por Julieta Alegre

Yo soy Betty la fea sigue dando que hablar. A más de veinticinco años de su estreno —y con una continuación producida este año por Amazon—, sus seguidores continúan discutiendo en grupos de fans acerca de la figura de Beatriz Pinzón Solano, el ya mítico personaje interpretado por Ana María Orozco. ¿Villana o heroína de la telenovela más exitosa de todos los tiempos? Sí, esa es la cuestión.

¿Por qué esta duda fue instalada durante la emisión de Betty la fea, en 1999? ¿Por qué sigue vigente? No parece haber demasiado secreto. Betty resulta controversial dentro del formato del melodrama televisivo por varias causas. La primera de todas se encuentra referida en su título. Pero es sólo el principio. A partir de este detalle de su construcción como personaje, se despliega un horizonte que, al parecer, no tiene límite.

Ana María Orozco como Betty, en la versión original de 1999. Fuente: Todo Jujuy.

En el mapa aparece Marcela Valencia, la contrafigura, defendida y reivindicada por muchxs como la verdadera heroína y víctima de Betty. ¿En qué se basan para realizar tal afirmación? ¿Tal vez en el carácter rupturista de esta historia, escrita por el reconocido guionista Fernando Gaitán? Es muy posible. 

La discusión aparenta no estar saldada. Es cierto. Por eso mismo, para poder hacer pie y comprender el porqué el rol de la protagonista continúa generando posiciones encontradas, es preciso repasar el género al cual pertenece la narrativa. Hacer una radiografía de lo que es la telenovela y también reconocer lo que ha significado para el sur del continente en los últimos setenta años este tipo de trama, típicamente latinoamericana.

Fases de la telenovela antes de Betty la fea


¿Por qué tuvo —y sigue teniendo—  popularidad el género telenovela en este lado del planeta, algo que en lugares lejanos se repite? Quizá porque se caracteriza por una mezcla entre la repetición de siempre lo mismo —que provoca el goce del público ante lo conocido— y cierta ilusión de innovación —sí, pretende ser un producto siempre en cambio, aunque en realidad no es tan así—. 

También juega a favor de la masificación el hecho de que se trata de una narrativa de fácil decodificación: sus personajes están construidos a partir de cualidades arquetípicas. Son malxs o buenxs sin transiciones y casi no tienen matices. Esto favorece, en consecuencia, el amor, el odio, el rechazo o la indiferencia que experimentan lxs telespectadores hacia estos personajes, bien marcados y polarizados. 

Así, el culebrón televisivo, desde su inicio en los años sesenta del siglo XX, exhibe elementos recurrentes:

  • Uso del suspenso a través de la existencia de secretos.
  • Trama sinuosa que recoge del melodrama.
  • Convenciones acerca del tratamiento de las relaciones afectivas y sociales.
  • Presentación fragmentada en capítulos como herencia del folletín.
Leonor Benedetto y Juan Carlos Dual, protagonistas de Rosa de lejos. Fuente: Hoy en la noticia.

Pero la telenovela también está configurada a partir de elementos que sí sufren modificaciones de acuerdo al tiempo y al lugar donde es producida, y que se hacen evidentes en dos niveles. Primero, en el modo en que se plantea lo melodramático. Segundo, en la elección de las temáticas, estilos e intertextualidades.

Al respecto, el semiólogo argentino Oscar Steimberg postula tres momentos, en los cuales las heroínas son presentadas de manera particular. 

  • En el primer período, confirma la presencia de una temática narrativa folletinesca. Un caso paradigmático lo constituye El derecho de nacer, remake de un radioteatro de 1940. Esta telenovela tiene una heroína tradicional, de buena familia y posición social, a la que abandonan embarazada, y a la que su familia envía a España para ocultar la deshonra.
  • Una segunda etapa, llamada moderna, construye a una mujer más activa desde el punto de vista social. Como ejemplo se distingue la telenovela Rosa de lejos (1980), que presenta a una protagonista, también abandonada estando embarazada, pero cuyo trabajo como modista se transforma en el vehículo que le permite triunfar. También es el caso de La extraña dama (1989), cuya heroína lo logra al convertirse en religiosa y madre superiora de un convento.
  • Para culminar, Steimberg habla de una etapa estilísticamente posmoderna o neobarroca caracterizada por una mezcla de géneros. En esta instancia, ubicada temporalmente en los noventa y años posteriores, la vida psicológica de los personajes toma fuerza, lo que da paso a personalidades menos sencillas de decodificar. Ahora es posible observar a la heroína y la villana enfrentadas de igual a igual.
Lorna Cepeda y Natalia Ramírez como Patricia y Marcela. Fuente: Univisión.

Precisamente en esta fase es posible ubicar a Yo soy Betty la fea. Por eso la variedad de miradas sobre la relación dialéctica entre la heroína, Beatriz Pinzón Solano, y la villana, Marcela Valencia. Una malvada a cuentagotas, o por momentos, ya que, fiel a los cambios del género televisico, algunos hechos ocurridos en la trama vuelven difusa la diferenciación entre buenxs y malxs. Probablemente, porque todo depende del contexto y la situación en particular.

Dentro de la ecuación, también hay lugar para Patricia Fernández, una villana todo terreno que, a diferencia de Marcela, no deja su rol en ningún momento. Pero este personaje no enfrenta a la protagonista en la subtrama afectiva, sino en la laboral. Sí, a diferencia de la mayoría de las heroínas anteriores a 1999, Betty tiene una profesión —es economista con posgrados y honores—, que la conduce, por azar o destino, a una relación prohibida con su jefe, el controvertido Armando Mendoza.

Porque sí. Betty no sólo persigue el amor. También busca destacarse en su carrera y progresar económicamente a través de su trabajo. Este rasgo del personaje responde al carácter rupturista de Betty la fea: una heroína enmarcada en el ámbito laboral. Uno vinculado con la moda, como es el caso de la telenovela Cristal (1985) —la protagonista es modelo—, o la ya mencionada Rosa de lejos. Pero, en esta ocasión, sin el mandato de belleza física que se le suele exigir al personaje central. Por el contrario, lo disruptivo del caso es que, en la historia de Gaitán, la protagonista es una nerd sabelotodo que sueña con triunfar con su inteligencia. Nada más. Y cuya apariencia parece ser el más grande obstáculo para lograrlo.

El carácter rupturista de la heroína de Gaitán


Mientras Patricia enfrenta a Betty en lo laboral —con trampas y maniobras antiéticas—, Marcela oscila entre el rol de la villana y el de la víctima continuamente. ¿Cómo es posible? Por el carácter moralizador que evidencia la telenovela tradicional y cuya influencia aún persiste, aunque con menos fuerza, hasta nuestros días. También, por lógica, porque su autor se animó a romper con el estereotipo de heroína, pese a las negativas del canal, el cual dudaba de que Betty la fea fuera a tener éxito.

El culebrón más tradicional, sobre todo en los años noventa, aún con los cambios señalados, mantenía cierta postura anacrónica propia de la llamada novela moral y educativa de los siglos XVIII y XIX. Por eso, si alguna ficción rompía con aquella mirada —o lo intentaba—, de igual modo era leída por el público bajo la influencia de una idea típica y modélica de la mujer. Idea que lxs televidentes habían aprendido, entre otras formas, a través de una tradición en telenovelas. Solo así es posible entender el porqué, todavía hoy, hay fanaticxs de Betty la fea que consideran a una jefa clasista y enferma de celos como Marcela, la víctima de la historia. Y a una trabajadora destacada y acosada por esta razón por ambas villanas, como la malvada.

Según el folclore telenovelesco, la heroína debe ser ejemplo de virtud, pura — virginal—, educada —aunque no en términos académicos—, agraciada físicamente, respetuosa con las personas mayores, callada y sumisa ante la autoridad paternal, fraternal y marital. Y si bien Betty cumple con algunos de estos mandatos, no con todos ellos. Allí radica su carácter innovador.

Un producto que es consumido de manera masiva se encuentra en un lugar de privilegio en cuanto a debates sociales, políticos y culturales se refiere, lo que puede desencadenar en cambios de las identidades. Eso es lo que ocurrió con la propuesta nada convencional de Gaitán. En 1999 y también muchos años después, con las generaciones siguientes que la miraron.

Escena donde Patricia y Marcela se confabulan para echar a Betty de Ecomoda. Fuente: Canal RCN.

Una de las principales discusiones referidas a Betty la fea tuvo lugar durante su primera emisión en Colombia. En numerosos foros de Internet se debatió arduamente si la heroína, quien percibía un salario demasiado bajo para su trabajo, debía aceptar una importante suma de dinero a cambio de favorecer cierto negocio. ¿Podía la protagonista ser corrupta? 

Con la ausencia de una apariencia hegemónica, Betty ya había roto con una característica inherente a su rol según el esquema tradicional de la telenovela. ¿Podía hacer lo mismo con la honradez? La discusión tomó tal relevancia que incluso en diarios de Bogotá dedicaron artículos completos a la situación ficticia que vivía Beatriz Pinzón Solano, como si se tratara de un hecho real.

La presión ejercida por la prensa y también por la audiencia no fue en vano. Tal como la mayoría esperaba, la protagonista se arrepintió y confesó todo a tiempo. Betty era “fea” —algo que cambiaría al final, pese a las intenciones de Gaitán—, pero honesta hasta la médula. Aunque finalmente no rompió con la tradición, este segmento de la telenovela dio muestra de su poder sobre la esfera pública: la ficción funcionó como pretexto para debatir sobre temáticas importantes de la vida real, como la corrupción y la explotación laboral.

Betty no es hegemónica, pero tiene sexo sin casarse. Incluso termina siendo la amante del prometido de Marcela, sin ruborizarse demasiado. Pero también es una economista brillante que, pese a ser despreciada por su apariencia, está dispuesta a luchar por su puesto, a veces con las mismas armas que Patricia. ¿Es la villana entonces, pese a ser la protagonista? ¿Es Marcela la víctima, aunque por momentos actúe con malicia? La respuesta no está clara. Quizá porque depende del contexto de cada caso. O, tal vez, porque cualquier veredicto resulta momentáneo. Más allá de los roles que la telenovela tradicional asigna, las tres mujeres son todo y, a la vez, no son nada de aquello. Casi igual que en la vida real. O en otras telenovelas, también innovadoras del género.

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Esta obra está licenciada bajo CC BY-NC-SA 4.0

Autores: Julieta Alegre y Nicolás Esquivel

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