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Freddy Krueger, entre el cine del terror y la realidad

Publicada el 26/06/202408/08/2024 por Julieta Alegre

Si existe un monstruo que logró trascender generaciones, es Freddy Krueger, la creación más exitosa de Wes Craven. Sus garras afiladas, su sombrero de alas roído y su rostro quemado fueron suficientes para aterrorizar a toda una generación en los años ochenta, pero también al público que seguiría su devenir en las secuelas, décadas después. Como si ése hubiera sido su destino desde el principio.

En una década que daría paso a un cine de terror de protagonistas asesinos con rasgos psicopáticos y narcisistas, Freddy podría haber sido uno más entre los monstruos que proliferarían esos años. Sin embargo, no fue así. Hay algo en él —y en la historia que cuenta— que hizo de su aparición una presencia requerida y celebrada a lo largo del tiempo.

Robert Englund interpreta a Freddy Krueger en la mayoría de las películas de la saga. Fuente: Esquire.

¿Qué tiene de especial o de diferente este hombre, que vivía en un pueblo ficticio llamado Springwood, cuando decidió convertirse en un criminal? La primera pelicula de la saga —estrenada en 1984, pero situada en 1981—, presentó algunas claves de su historia pasada, datos terroríficos que hielan la sangre, tanto o más que sus asesinatos. Pero también dejó algunos espacios en blanco, que fueron completados por los filmes que le siguieron. Algunos, contradictorios y ambiguos.

Por eso, cabe la pregunta. ¿Quién es, entonces, detrás de su perversidad extrema y su apariencia aterradora, el protagonista de A Nightmare on Elm Street —Pesadilla en la calle Elm para el mercado latino—? ¿De qué manera Wes Craven, también creador de Scream en los noventa, diseñó al personaje que lo catapultó? Como una paradoja y, aunque parezca una broma de mal gusto, el monstruo de los sueños también tuvo su correlato en la realidad.

Circunstancias que alimentaron al cine de terror de fin de siglo XX


Cuando Craven estrenó la primera película, el cine de terror hollywoodense estaba mutando desde hacía varias décadas. Ya en los sesenta, este género había puesto el foco en psicópatas asesinos que atacaban, en su gran mayoría, a personajes de las clases medias. Mucho tuvo que ver en ésto el contexto político de Estados Unidos por ese entonces. Tal marco se podría resumir en dos aspectos que contrastan entre sí:

  • La bonanza industrial de posguerra había propiciado la multiplicación de barrios suburbanos de casas individuales y consolidado un modelo consumista. 
  • La amenaza nuclear, producto de la Guerra Fría, se había convertido en un miedo existencial tangible para la población en general.

Esta combinación influyó, en algún sentido, en la definición del nuevo monstruo del género terror y también en el subgénero que tomaría la escena, sobre todo a partir de los años ochenta: el slasher. ¿Qué tiene éste de particular? Además de tener de protagonista a un asesino serial que persigue adolescentes, se enfoca en mostrar la matanza de manera cruda y descarnada y tiene, por lo general, guiones simples y nada rebuscados.

Psicosis, el filme de 1960,  puede considerarse pionera en esta clase de cine, pero las películas que representarían en su plenitud a este subgénero, vendrían tiempo después. Todas ellas formaron parte del cine de terror que tuvo mayor repercusión en los años setenta, ochenta y noventa. La masacre de Texas (1974) , Halloween (1978), Viernes 13 (1980), El silencio de los inocentes (1991) y Scream (1996), son algunas de ellas. Con matiz fantástico o realista, estas historias poseen características que las incluye dentro del grupo. Y todas, sin excepción, sobrevivieron al paso del tiempo. ¿La prueba? Se hicieron incontables secuelas, remakes o reebot de todas ellas, a lo largo de las décadas hasta la actualidad.

Parte del elenco juvenil de Pesadilla en la calle Elm (1984). Fuente: Oxígeno.

La fórmula, con algunas modificaciones en ocasiones, se repitió hasta el cansancio. Así, asesinos como Jason Voorhees o Michael Myers irrumpen en la vida de las clases medias para perturbarlas. Estos personajes siniestros vienen a funcionar como un agente productor de conflictos al personificar sin mediaciones la desconfianza y el miedo al vecino, a aquel desconocido que podría tener algo que ocultar. 

Los monstruos de la narrativa slasher tienen como objetivo a los jóvenes, y Freddy Krueger no es la excepción. En la saga de Pesadilla, el asesino pareciera tener cierta predilección por enfrentarse a las mujeres. Sólo en la parte tres, película de 1987, el protagonista que sueña y se enfrenta a Freddy es un hombre. Pero, en todos los casos, las víctimas son personajes adolescentes, casi niños, que protagonizan una historia en la que las personas adultas tienen poco o nada que hacer. A veces, éstas aparecen en situaciones límites, al final. En ocasiones, ni siquiera eso.

Algo extraordinario de este subgénero es que tiene su correlato en lo real. En ese orden, también estaban en auge, por ese tiempo, personalidades perversas. Basta con repasar los casos renombrados sobre criminales seriales de la época para identificar la relación entre la realidad y la estructura propia del cine de terror. Ted Bundy, Jeffrey Dahmer y Charles Manson fueron casos paradigmáticos que aterrorizaron a la población, pero que también la fascinaron. No en vano se convirtieron en figuras de culto con numerosos seguidores en todo el mundo. ¿Lo sorprendente? Algo parecido pareció ocurrir con los personajes ficticios de estas películas, pero en especial con Freddy Krueger cuando, en 1984, se estrenó en los cines Pesadilla en la calle Elm. 

El origen de Freddy Krueger


Desde el principio, ya sea por sus formas o por su historia previa aterradora, Freddy Krueger se posicionó como un personaje peculiar, con una evidente perversidad —algo imprescindible para su rol—, pero también con cierto histrionismo y rasgos sutiles de humor. A esa figura encorvada que posee movimientos hasta chistosos, se le escapa la ironía por los poros. Las afiladas garras de su guante y su rostro deforme son suficientes para, de todos modos, provocar terror en su público. No necesita la seriedad ni la inexpresión que identifican a muchos de sus colegas de ficción para asustar.

Su pasado también infunde pavor. Aunque con el desarrollo de las numerosas películas de la saga algunos puntos de la historia se vuelven confusos, la primera de ellas deja en claro quién es Freddy y qué ocurrió con él:

  • Su nombre completo es Frederick Charles Krueger y nació producto de un abuso perpetrado por decenas de pacientes a Amanda, una monja que trabaja en una institución psiquiátrica.
  • Luego de asesinar a innumerables niños es atrapado por la policía, pero pronto recupera la libertad. 
  • Ante esto, las familias de sus víctimas lo buscan y deciden dejarlo encerrado en el lugar donde lo encuentran. El plan final es prender fuego la fábrica completa, lo que explica la apariencia física de Freddy.

Ninguna de estas escenas aparecen de modo directo en las películas, más que en voz de otros personajes o como recuerdos de algunos de ellos, pero resultan fundamentales para dar acción a la historia. A partir de allí, de su muerte, este monstruo, que cayó en el infierno pero volvió —lo relata la película Freddy vs. Jason de 2003—, regresa al mundo real a través de los sueños de los adolescentes de su pueblo para cobrar venganza por lo que le hicieron.

Primer crimen de Freddy Krueger de la saga, en la película de 1984. Fuente: Cine de terror.

El origen de esta historia, al igual que su figura central como psicópata carismático, también se encuentra relacionada con lo real. Craven se inspiró en notas periodísticas que había leído para dar vida al argumento. En ellas, se daba a conocer a un grupo de refugiados jemeres que, en los años setenta, tras huir del genocido que ocurría en Camboya, sufrió reiteradas pesadillas espeluznantes. El final de esta noticia fue aún más espantoso: mientras algunos se negaron a dormir, otros terminaron muriendo durante el sueño. Por ese entonces, la comunidad científica lo llamó síndrome de la muerte asiática. En definitiva, se trató de un tipo de muerte súbita sin explicación.

Pero ese elemento proveniente de la realidad no fue la única que formó parte de la obra de Wes Craven. Además, Pesadilla en la calle Elm también contiene elementos biográficos que provienen directamente de la infancia del director o de hechos ocurridos en la misma época del rodaje:

  • Durante una noche, siendo chico, a Wes le pareció divisar desde una ventana a un anciano recorriendo el cerco lateral. Éste sólo lo miró y, luego, se alejó sin decir nada. La profunda extrañeza que experimentó frente a ese hecho intervino en la creación de su personaje más famoso décadas después. 
  • Abusos ocurridos en California en los años ochenta, los cuales ocuparon la primera plana de los diarios más importantes, le hicieron descartar al director la idea de que Krueger fuera abusador de menores, además de asesino. ¿La razón? No quería entrar en polémicas ni que se le acusara de querer sacar provecho de un caso tan lamentable.
  • La elección del nombre del asesino también estuvo inspirado en la niñez de Craven: durante esa época fue acosado en la escuela por un compañero llamado Fred Krueger. Hay un antecedente de esta decisión. En su película La última casa a la izquierda, rodada en 1972, al villano se lo conoce como Krug.
Jackie Earle Haley interpreta a Freddy en la remake de 2010. Fuente: Rock and Pop Chile.

Esta conjunción de elementos, por azar o por destino, provocaron que la primera película recaudara nada menos que 26 millones de dólares. Las siguientes producciones nunca alcanzarían el nivel de la primera, pero ya no importaba. Con su primera aparición —en la piel de Robert Englund, también protagonista de la exitosa serie V—, Freddy Krueger había logrado lo que pocos personajes: convertirse en un ícono de la cultura pop de la noche a la mañana. ¿La razón de su consagración? Su capacidad para generar terror en todas sus versiones.

Esta cuestión resulta indudable. Los filmes que lo tienen como protagonista dejan en evidencia la eficacia de Freddy Krueger por infundir miedo pese a sus toques de sarcasmo, elemento que fue alimentado en el desarrollo de la saga, sobre todo en las películas de los ochenta. Pareciera que es este rasgo, precisamente, el que le da una cuota de carisma y lo vuelve atractivo para el público. Algo que no deja de ser llamativo, en cierto sentido, y contradictorio también, quizá porque se parece a lo que ocurre con los fenómenos que nos cruzamos en el orden de lo real, sin importar tiempos ni lugares.

Habrá que preguntarse, entonces, por qué los monstruos —los de ficción y los de la realidad— ejercen esa fascinación sobre tantas personas y qué hacer para que dejen de destruir todo a su paso, en caso de ser necesario. Al menos, fuera de las películas de terror.

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Esta obra está licenciada bajo CC BY-NC-SA 4.0

Autores: Julieta Alegre y Nicolás Esquivel

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