Si bien todas las telenovelas de los años ochenta legitimaban la violencia machista en sus múltiples formas, exitió una que dio un paso más. Esa ficción se llamó Leonela y mostró en su inicio una escena de violación. Interpretada por Mayra Alejandra y Carlos Olivier, aunque grabada en 1983 y 1984, se transmitió en Argentina en 1988, alcanzando grandes índices de audiencia a las tres de la tarde y dejando huella en toda una generación.
En esa década, nadie hablaba del consentimiento. Ni la familia ni la escuela. Muchos menos la televisión. Ante esta ausencia, las infancias del momento —al igual que las generaciones anteriores— crecieron sin formarse de verdad. La sexualidad era un tema tabú y la única opción que les quedaba era seguir las huellas de lxs más grandes o intentar captar las señales de los medios masivos de comunicación. En ese marco, la función de la TV cobró importancia.
A diferencia de la actualidad, su oferta era escasa. Sólo trasmitían los cinco canales de aire, desde el mediodía hasta la medianoche. Durante la crisis energética de los últimos años de la década, las horas al aire eran menos todavía. Pero el contexto político no le representó un obstáculo a la TV. Igual se las arregló para construir o reproducir ideas y modelos sobre la vida emocional y sexual que marcaron la vida de todxs.
¿Cuál fue su mejor producto para ello? La popular telenovela latinoamericana. Cada canal tenía en su programación no menos de cinco. Las transmitían al mediodía, a la siesta, a la tarde. Podían ser argentinas, pero también mexicanas y venezolanas. Rompían el rating y transformaban en estrellas en un abrir y cerrar de ojos a actores extranjerxs como Grecia Colmenares y Carlos Mata. En pocas palabras: la televisión diurna le pertenecía al melodrama.
¿Cual era el problema de que la telenovela Leonela mostrara una escena de violación? El tratamiento que le daba el tema. Aunque hoy parezca difícil de creer, la historia se centraba en la historia de amor —al igual que otra tiras de la época, como Venganza de mujer o Tu mundo y el mío— entre un violador y su víctima.
La escena iniciática de Leonela
«Escapa corriendo al mar», repetían lxs televidentes que siguieron la historia desde el principio. Se burlaban de la protagonista porque huía, en apariencia sin sentido, hacia el agua en medio de la noche y la soledad. El momento histórico marcaba la lógica del juicio duro y casi acusatorio hacia quien era la víctima.
La escena a la que se referían —y que aparece al final del primer capítulo— muestra descarnadamente una violación: el abuso a Leonela. Pedro Luis, el galán, un plebeyo de la sociedad caraqueña que se encontraba bajo los efectos del alcohol, decide cobrarle a la joven —una abogada proveniente de una familia acaudalada— la humillación a la que lo había condenado Otto —el arrogante novio de Leonela— la noche anterior.
El abuso del que parte la historia nada tiene que ver con un impulso sexual irrefrenable ni con supuestos equivocos dentro de la dinámica de relaciones, argumentos absurdos que, por lo demás, se podrían discutir hasta el cansancio. Por el contrario, este hecho desencadenante que funciona como ataque en lo narrativo no es más que el perjuicio que le intenta infringir un hombre a otro al ver herido su orgullo.
En definitiva, el hecho funciona como una venganza que Pedro Luis ejecuta sobre lo que él —y el otro también— consideran un objeto de propiedad: la joven abogada. Se trata de la utilización de un cuerpo femenino como forma de ejercer poder sobre otro. Se trata de un mensaje de dominación. El hombre —en este caso el galán— abusa de la mujer con el único objetivo de reafirmar su masculinidad.
¿En qué cabeza retorcida podría pensarse un hecho de tal naturaleza como el punto de partida de una historia de amor? Se le ocurrió a Delia Fiallo, la prolífica escritora cubana, autora de numerosos éxitos, pero podría haberlo ideado cualquiera simplemente porque el consentimiento no era algo que importara en esa época.
La trama de una telenovela que hoy no podría emitirse
Luego de ese hecho traumatizante, Leonela oculta la agresión sexual por un tiempo. Luego, un embarazo inesperado la obliga a relatar lo sucedido, lo que trae consecuencias. Su novio la repudia y la abandona, como si el abuso fuera su responsabilidad, y su tío Joaquín —quien tampoco anda en buenos pasos— envía a unos matones para darle un escarmiento a Pedro Luis.
La golpiza desencadena un asesinato en defensa propia ejecutado por el galán, quien por esa razón —y no por el abuso— termina preso por más de una década en una oscura cárcel de Caracas, donde dedica su tiempo a estudiar derecho.
Mientras tanto, Leonela descarta realizarse un aborto y decide entregar al bebé —al que le pone el mismo nombre del violador— en adopción. Con los años se arrepiente, pero recuperarlo se vuelve imposible. Pedrito no crece en un orfanato o con una familia adoptiva sino bajo los cuidados de Nieves María, la cuñada de Pedro Luis, y es ella quien obstaculiza el reencuentro.
Este inesperado giro dramático responde a la evolución del personaje masculino principal. Se convierte, de abusador a padre abnegado, cuya única preocupación es mantener a Pedrito dentro de su familia mientras cumple su condena. ¿Es verosímil? Para Fiallo pareciera que sí ya que introduce un elemento externo al que señala responsable del hecho abusivo: el alcohol. En otras palabras: Pedro Luis no es malo, sólo se emborrachó una noche y cometió un error.
Leonela, de víctima a enamorada
Luego de la salida de Pedro Luis de la cárcel, se vuelven preponderantes dos líneas argumentales que se entrelazan por momentos:
- La lucha de Leonela para ser perdonada por su hijo por haberlo entregado en adopción.
- Las idas y vueltas entre lxs protagonistas en el marco de los tribunales, en los cuales ambxs ejercen como abogadxs.
Aunque hoy parezca aberrante, Leonela se enamora de su violador y se casa con él. Y si bien ese ya de por sí es un final difícil de digerir, la autora va por más. Después de la unión conyugal no hay un cierre como el que acostumbra tener el género, sino que el martirio de la protagonista se prolonga. ¿De qué manera? Con la imposibilidad de la joven para consumar el matrimonio, algo tan lógico como verosímil. Porque, ¿qué persona podría imaginarse enamorada de su abusador o abusadora?
Lo que debería pensarse como un trauma postraumático propio de una víctima de abuso, es reflejado en la historia como una falla de Leonela. Por esa razón es ella quien debe soportar las infidelidades de su ahora esposo, el cual se encuentra furioso por su falta de cumplimiento con sus deberes maritales.
Es el horror lo que atormenta a la protagonista, no otra cosa. Pero lejos de lo esperable, el daño se subsana con una acción de la víctima. Fiallo la resposabiliza por su trauma, como si el abuso que lo originó hubiera dependido de ella más que de la voluntad del perpetrador. De esta manera logra clausurar la trama con un final feliz controvertido. Leonela supera el miedo de modo mágico como prueba de que el amor todo lo puede, y se entrega a los brazos de su violador como si nada hubiera ocurrido.
En Venezuela la historia no pasó desapercibida: fue exitosa y polémica en partes iguales. En Argentina, se coló entre las decenas de telenovelas extranjeras sin sobresalir más que por la «tonta escena” con la que inicia.
Porque era eso, en definitiva, lo que habían querido decir lxs televidentes que la siguieron por aquellos años. En el fondo, Leonela tal vez no quería escaparse del todo. O no se defendió lo suficiente. O quizá se lo había buscado por salir a pasear sola, de noche, con ese vestido blanco que desafiaba la imaginación. Al igual que la víctima de violación que acaba de mostrar hace un rato el noticiero de las veinte.
Nunca la vi pero me alcanzó la historia que contás para meterme el horror de la trama! Creo q hace no muchos años una serie comenzaba así, pero la trama giraba en torno a la venganza de la protagonista violada.
Seguramente te referís a «Entre caníbales». La transmitieron por el 2015. Quizá ahí la diferencia es, además de la venganza, que uno de los violadores (la abusaron en grupo) es el villano y no el galán de la historia. Igualmente, Leonela está subida a YouTube completamente y los comentarios que dejan en pleno 2022 quienes la miran por ese canal son increíbles. Son fans de lo que viven como «una historia de amor». pleno 2022.
Mientras desayunaba pensaba que mucho más cerca en el tiempo, Florencia Bonelli refiere a violaciones y luego amor entre los protagonistas. Si no me equivoco en Bodas de Odio, y en Marlene mucha violencia. Quizás por la ambientación en otra época, pero de todos modos chocante. Hace años q no leo nada de ella, no se si habrá cambiado si enfoque
No la conozco, pero la googleé y la describen como una autora de novelas románticas. Esa palabrita ya me hace pensar desde qué lugar habla (pero debería leerla antes de juzgarla, es cierto). De todos modos, queda mucho trecho en términos de desnaturalizar la diferencia de género. Lamentablemente todavía tienen mucha llegada y aceptación ficciones que reproducen representaciones y modelos patriarcales. Queda mucho por hacer…