Historias para ser contadas | Blog
Menú
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
  • Series en línea
  • Teatro
  • Televisión
  • Equipo
  • Newsletter
  • Términos y Condiciones
    • Política de Cookies
Menú

Por qué Juan Moreira hizo temblar a la oligarquía argentina

Publicada el 09/10/202425/04/2025 por Julieta Alegre

Quienes no conocen a Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez en su formato novela casi con seguridad habrán escuchado hablar de él de todos modos. O, al menos, lo habrán visto referenciado en programas de TV humorísticos de los años ochenta como No toca botón o Las mil y una de Sapag. Porque sí, resulta innegable que desde hace más de cien años el mítico gaucho argentino viene marcando nuestra historia para hacernos pensar sobre la identidad aunque no esté del todo claro por qué o cómo.

Este personaje ficcional tiene su origen en la realidad. Y, en consecuencia, aunque las múltiples versiones de su historia hayan mutado y cambiado con el tiempo, como referente construido con elementos de lo real pone en relieve una parte de la historia nacional. En este caso, evidencia las últimas décadas del siglo XIX, momento en que solo una clase pequeña usufructuaba de un modelo económico que dejaba afuera a la mayoría como lo fue el agroexportador: la oligarquía terrateniente. Un país para muy pocos.

Pepe, Antonio, Jerónimo y Pablo Podestá, integrantes del circo que llevó a escena la primera versión teatral de Juan Moreira.
Pepe, Antonio, Jerónimo y Pablo Podestá, integrantes del circo que llevó a escena la primera versión teatral de Juan Moreira. Fuente: INET.

De las crónicas policiales Juan Moreira saltó a la literatura. Luego, al circo de los hermanos Podestá para plantar en ese acto el germen del teatro argentino. En el siglo XX vendrían también varias adaptaciones para la radio, el cine, el cómic y la TV, destacando la película de Leonardo Fabio que fue interpretada por Rodolfo Bebán en 1973. Ninguna de ellas cambiarían el sentido. Tampoco la importancia de este personaje para entender el origen de la Argentina Moderna. Al contrario, la acrecentarían.

¿Cuál es la clave de este fenómeno que no conoce de límites generacionales ni de género o formato? ¿Por qué esta historia se volvió una referencia reversionada en inumerables ocasiones hasta la actualidad? Para saberlo sólo queda un camino: rastrear en su génesis las circunstancias históricas que hicieron de la figura de Juan Moreira el enemigo público de la clase dominante, de las más infames que ha tenido nuestro país. Y distinguir, luego, las consecuencias que provocó su irrupción en la cultura local.

Un salto de lo real a lo ficcional


Una crónica policial real fue el disparador para que Eduardo Gutiérrez diera vida al primer Juan Moreira de ficción. Sí, para escribir su famosa novela, se basó en un personaje real: un cuchillero porteño del mismo nombre, muerto a manos de la policía. La difundió a través del diario La Patria Argentina en forma de folletín entre noviembre de 1879 y enero de 1880. Con esta obra de la literatura gauchesca, no sólo creó un clásico. Además, reforzó el estereotipo del gaucho justiciero que deambula con libertad y a caballo por la inmensidad de la pampa en la segunda mitad del siglo XIX.

La conexión del personaje con la coyuntura política de aquel entonces no constituye un dato menor. De hecho, es este marco el que lo eleva, quizá porque, aunque con algunas diferencias, el Moreira de carne y hueso se parece al de la novela en su rebeldía y valor para enfrentar a los poderosos. ¿Quién eran éstos, en las últimas décadas del siglo? Aquellos que formaban parte de la burguesía terrateniente, la cual dominó todo el panorama —y los recursos de un incipiente estado argentino— en beneficio propio y en contra de los campesinos que, año tras año, se vieron empobrecidos. El cuento de siempre.

Repaso por la historia de Juan Moreira, cuchillero que murió en 1874. Fuente: Canal Encuentro.

Antes de la llegada de inmigrantes europeos  —impulsada por el estado debido a la necesidad de mano de obra barata—, y con ellos ideologías como el socialismo y el anarquismo, Moreira se subleva contra la autoridad. Así, le transmite al público lector lo que es capaz de lograr si se atreve como él lo hace. Al menos desde un universo ficcional. En esa línea, Josefina Ludmer distancia a Moreira de otro gaucho popular de la literatura: el que aparece en La segunda vuelta de Martín Fierro (1879). Lo hace para sostener que no pueden leerse de manera separada. ¿La razón? El pacífico Martín Fierro de la segunda parte de la obra de José Hernández y Juan Moreira son versiones posibles frente a la guerra y el exilio con los cuales termina la primera parte del Martín Fierro (1872). Hechos que tienen su correlato con la realidad de entonces.

De algún modo, ambos gauchos expresan las fuerzas opuestas que operaban en el orden de lo real por aquellos años. Por un lado, con su narrativa, Fierro fomenta la integración a la ley a través del trabajo. En otras palabras, representa la posición del Estado liberal: la voz oficial. En cambio, Moreira expresa la justicia popular. Se trata, después de todo, de un héroe violento, sí, pero como reacción a una modernización que lo somete sin compasión, al igual que a la mayoría. Y eso lo cambia todo.

Versión de 2015 de la obra Juan Moreira. Fuente: Teatro Cervantes.

De este protagonista se apropió el Circo Criollo, un tipo de espectáculo realizado a partir del siglo XVIII que, a diferencia de los demás, no tenía como influencia lo que ocurría en Europa. Por el contrario, ponía en escena parte de la identidad nacional. Al menos la que se estaba forjando por esos años. Fue, en este caso, el actor uruguayo José Podestá —o Pepino el 88, su personaje más popular— quien asumió la iniciativa. Adaptó a pantomima la obra de Gutiérrez en 1884 y luego, por recomendación de un colega francés, la transformó en una obra hablada. La suerte o la causalidad favorecieron su carrera en el país: el éxito de Juan Moreira no pudo disimularse.

Esta historia no sólo significó una página importante dentro de la literatura gauchesca. También se posicionó como la pieza fundadora del teatro rioplatense. Pero eso no fue todo. Además, su espectacularización trascendió los límites de la historia de la cultura. ¿Por qué? Moreira se convirtió, casi de inmediato, en un personaje que generó fuerte identificación en los espectadores. Su lucha contra los abusos de poder de la policía y las autoridades en el orden de lo simbólico pusieron en jaque la insuficiencia de una democracia formal y favorecieron el sentimiento de rebeldía y nacionalidad. Tanto así que la oligarquía llegó a temerle. Una declaración de Podestá a la prensa rescatada por Beatriz Seibel lo pone de manifiesto:

«Infundí tanta realidad a Juan Moreira, que muchas veces se dictaron decretos policiales prohibiéndolo, en mérito a que después de la función, no había gaucho pobre que soportara las injusticias del machete».

El antes y el después de Juan Moreira


Con la llegada de Juan Moreira, el circo empezó a ocupar un lugar de importancia dentro del teatro local y fue legitimado. Al punto de que José Podestá fue el primer actor y director de la única compañía nacional en ocupar una sala, espacio que era considerado propio del teatro y al cual el circo criollo, hasta el momento, no accedía. A partir de allí éste se instituyó en un medio que realimentó y difundió el criollismo popular literario, como casi ningún otro.

En paralelo con las transformaciones dentro del campo teatral, la pieza de Gutiérrez trajo consigo y nos legó un personaje arquetípico que se considera hasta el día de hoy una marca de época. ¿La razón? Moreira es un héroe de un tiempo en particular: el del salto del país a la modernización y la conformación nacional.

No fueron décadas fáciles. Se caracterizaron por la finalización de las guerras civiles, el genocidio en contra de los pueblos indígenas, la inmigración europea y el ingreso del país al mercado mundial como exportador de materia prima. Un mundo en el que muy pocos, los terratenientes, lo tenían todo. Y la mayoría carecía de derechos laborales y oportunidades de crecimiento. Casi nada. Tal vez por eso, que Moreira provocara tanta empatía y, en consecuencia, hiciera que los espectadores sacaran sus facones para defenderlo en medio de las funciones, se vio lógico y hasta esperable. Pero muy inconveniente, desde ya.

Trailer de Juan Moreira, película de Leonardo Fabio de 1973. Fuente: Rescate Audiovisual Argentino.

Dentro del teatro, en las primeras décadas del siglo XX, dramaturgos como Armando Discépolo, Roberto Arlt —con piezas como La isla desierta o Trescientos millones— y Florencio Sánchez, entre otros, darían cuenta de la situación de la clase trabajadora luego de esa época. Y también de su lucha, atravesada por las ideologías que llegaban de Europa a través de los inmigrantes que venían a “hacerse la América” y terminaban con las manos vacías. Todavía quedaban años por delante antes de que irrumpiera el Peronismo y cristalizara algunos derechos reclamados para las clases menos favorecidas. Pero la lucha nunca cesaría.

Será por eso que la historia de Juan Moreira no quedó para nada en el olvido. Por el contrario, es, al parecer, “un muerto que no para de nacer”, como dice la canción de Bersuit Vergarabat. Porque en nuestro país la cuenta nunca está del todo saldada. O al menos así parece. Y porque, además, no perdemos la costumbre —la coyuntura parece obligarnos cada tanto— de recurrir a un referente que, con dignidad y por medio de la fuerza, le hizo frente a la oligarquía argentina. Incluso hasta la muerte.

Relacionado

Compartime

Navegación de entradas

← Envidiosa, deriva de Pol-ka, ¿y un reflejo donde no mirarnos?
La trilogía de Andrea del Boca que marcó los años 90 →

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Newsletter

Suscribite GRATIS para leer nuestras notas antes que nadie.

Categorías

  • Libros
  • Películas
  • Series en línea
  • Teatro
  • Televisión

Entradas recientes

  • Amigas de María Soledad rompen el silencio en Netflix
  • La trilogía de Andrea del Boca que marcó los años 90
  • Por qué Juan Moreira hizo temblar a la oligarquía argentina
  • Envidiosa, deriva de Pol-ka, ¿y un reflejo donde no mirarnos?
  • Plata dulce, un filme para entender el plan de la dictadura
  • De qué trata 1984, novela de Orwell que inspiró GH
  • La impronta feminista que dejó Rosa de lejos en ATC

Contacto

Instagram
Correo

historiasparasercontadas.papel

¡Amamos tanto lo retro que lo hicimos papel! 📚📚

Seguinos en Instagram

Tienda Online

Esta obra está licenciada bajo CC BY-NC-SA 4.0

Autores: Julieta Alegre y Nicolás Esquivel

Términos y condiciones
Política de privacidad
Historias Para Ser Contadas 2024. Diseño COMUNICO®