Dentro de la literatura colonial novohispana no hubo autora o autor que reivindicara a la mujer más que Sor Juana Inés de la Cruz. Exponente del Siglo de Oro en español y religiosa de la Orden de San Jerónimo, se dedicó a escribir lírica, teatro, prosa y autos sacramentales durante el siglo XVII. Sus obras evidenciaron su crítica a los privilegios masculinos de entonces y la lucha por los derechos de las mujeres, pero también lo hicieron sus decisiones personales.
Todo lo concerniente a ella revela quién fue y qué representa aún hoy para el mundo literario. Su origen, su familia, sus relaciones con la corte virreinal, su vocación de servicio, su amor por las letras, pero también sus enfrentamientos y enemistades con líderes y personajes poderosos de la sociedad colonial de Nueva España, territorio que hoy se conoce como México.
¿Por qué es considerada por Octavio Paz —quien escribió el ensayo llamado Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe—, entre otros autores, como la primera escritora feminista de América? ¿Y por qué también es señalada por el poeta como la primera víctima del feminismo? Probablemente porque dedicó su vida a estudiar y escribir y no tuvo como objetivo casarse y dejar descendencia, como se acostumbraba en esa época. Pero también porque debió enfrentarse a un mundo misógino y machista que la cuestionó y la quiso silenciar.
De Juana Inés a Sor Juana Inés de la Cruz
Durante la época colonial, las mujeres no accedían a derechos tan básicos como lo es en la actualidad el acceso a la educación. La figura femenina estaba circunscripta a la esfera privada, y su rol era el de cuidadora. El ámbito público era el ambiente por excelencia del hombre, quien podía y debía moverse en él con total comodidad.
La mujer, en cambio, tenía como destino el matrimonio y la maternidad. Entonces, por lógica, crecer en ese tiempo histórico representaba una auténtica pesadilla para quien soñaba con convertirse en escritora.
Para que una mujer pudiera pensar en escribir debía contar con una situación económica privilegiada. Pero, incluso con esos casos, debía enfrentarse también a dos obstáculos:
- Primero, al rechazo social e intelectual del colectivo masculino, quien dominaba el circuito literario en su totalidad. Sólo los hombres escribían y, al mismo tiempo, eran ellos también los destinatarios de esa literatura.
- Segundo, a la autocensura debido a que, como no tenía acceso a la educación, no se sentía preparada para el oficio. Recién en la segunda mitad del siglo XIX sería Francia quien le abriría la puerta de la universidad en la segunda mitad del siglo XIX. Pero para la época de Sor Juana, falta aún mucho tiempo.
Bajo esas circunstancias históricas, de padres que no estaban casados, quien luego se llamaría Sor Juana nació en 1651 o en 1648 (no está claro para los investigadores) con el nombre de Juana Inés Ramírez Asbaje. Su padre, un militar español, se separó de su madre al poco tiempo de nacer ella, por lo que fue considerada, para su desgracia, hija ilegítima o natural según establecían las costumbres de la época.
Que la escritora ocultara esta circunstancia, no tiene nada de sorprendente. La sociedad era prejuiciosa y conservadora. La iglesia, una de las instituciones más determinantes en la vida de las personas por ese entonces, tenía poder casi absoluto sobre las prácticas sociales. Nacer de un matrimonio constituido como tal era el requisito fundamental para ser considerada una persona de respeto que vivía dentro de las tradiciones vigentes. Y no hacerlo, un estigma social.
¿Cómo y por qué Juana Inés resolvió ingresar al convento de San Jerónimo un tiempo después, siendo todavía muy joven, en lugar de casarse? Su decisión estuvo marcada por dos acontecimientos ocurridos en sus primeros años:
- Aprendió a leer y escribir de muy niña. La acompañó en su trayecto intelectual su abuelo, quien asumió la imagen paterna en ausencia de su padre biológico. De él no sólo recibió su complicidad para desenvolverse como una autodidacta inquieta e incansable, sino un bien material preciado: una enorme biblioteca en la hacienda de Panoaya, en la cual Juana se perdía por horas leyendo los clásicos griegos y romanos.
- Salió por primera vez al mundo con dieciseis años, cuando ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo como dama de compañía de la virreina Leonor de Carreto. La llamaron “la muy querida de la virreina» porque gracias a su encanto personal se ganó pronto la protección de los virreyes. Esto fue clave en su vida ya que le permitiría destacarse en la corte por su inteligencia y acceder luego a ciertos privilegios.
Aquel lugar agradó a Juana porque era el más ilustrado de la Nueva España. Se realizaban allí tertulias de las que participaban filósofos, matemáticos e historiadores, entre otros humanistas, algo que supo aprovechar y que repercutió en su formación literaria.
Además, en aquellos años, el mecenazgo era la única forma de dedicarse al oficio y como Juana contaba con el beneplácito de la virreina, ésta se convertió en su mecenas. Esta vez sería una mujer quien marcaría su vida y quien le ayudaría a alcanzar su meta. Vivir en la corte, entonces, se transformó en una manera de acercarse a aquel mundo que tanto deseaba.
Juana Inés quería escribir. Soñaba con dedicarse a las letras sin tener que cumplir con las obligaciones que imponía la tradición. Quería vivir de acuerdo a su sentir, pese a la hostilidad del contexto. ¿Cómo lo lograría? Ingresando al convento, aconsejada por su confesor, el padre Nuñez de Miranda.
Ésta fue su estrategia para esquivar un destino que no había elegido para ella y al cual no quería resignarse. Fue su forma de decir que no. Ser parte de la iglesia fue la única posibilidad que tuvo a disposición para seguir estudiando y escribiendo. Quizá por eso Octavio Paz señaló en su ensayo que Sor Juana se transformó en religiosa «para poder pensar». Ni más ni menos.
Cambio de hábito y disputa con la iglesia
Siendo una religiosa perteneciente a una orden de clausura monástica, Sor Juana pudo escribir. Pero, si bien fue feliz teniendo su propia biblioteca y tiempo para dedicarle al oficio, dentro de la misma iglesia tuvo detractores, quienes la persiguieron incansablemente por su manera de pensar y proceder. Su más férreo opositor fue el por entonces arzobispo de Nueva España, Francisco de Aguiar y Seijas, misógino declarado que reprobaba los espectáculos teatrales aunque éstos fueran utilizados como una forma de educar a las señoritas en los conventos.
¿Qué es lo que molestaba de la escritora?
- Ciertos privilegios de los cuales gozaba por su cercanía con los virreyes, como la posibilidad de recibir visitas en su celda. Debido a esto, su espacio privado se convirtió en un lugar de encuentros entre escritores e intelectuales de la época.
- También generaba enojo su insistencia por escribir piezas profanas, además de religiosas, desde lírica hasta dramaturgia, siempre con cierta innovación. Los empeños de una casa, una de sus obras teatrales destacadas, por ejemplo, rompe con el estereotipo patriarcal de mujer al presentar dos personajes femeninos por fuera de lo normalizado. Doña Leonor, la protagonista de la comedia, es inteligente; Doña Ana, su contricante, una versión femenina de Don Juan, algo inédito y escandoloso para la época.
- Pero, con seguridad, más allá de esto, lo más cuestionable de Sor Juana e imperdonable para cierto sector de la iglesia era su posición crítica frente a cuestiones puntuales de la institución.
El punto cúlmine de esta disputa tuvo como mojones dos textos importantes de su autoría.
- El primero de ellos es La carta atenagórica de 1690, dirigida al obispo. Se trata del único texto teológico de Sor Juana, en el cual critica un sermón de Antonio de Vieira, un jesuita portugués. Fue un obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, quien le respondió utilizando el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz. En su carta, el religioso pone de manifiesto que ninguna mujer debe aprender y discutir sobre temas filosóficos.
- La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de 1691 es un documento considerado autobiográfico ya que en él Sor Juana da cuenta de su recorrido intelectual. Este escrito, que fue su defensa frente al ataque del obispo y otros religiosos, posee un valor inconmensurable. ¿Qué expresa en ella la escritora? No solo realiza cuestionamientos, sino que pone en escena a varias mujeres doctas —como Hipatia de Alejandría, por ejemplo— para justificar su vasto conocimiento. De esta manera, reclama públicamente el derecho de la mujer a la educación.
Sor Juana fue una religiosa indomable que incomodó a la iglesia y que resistió las embestidas por mucho tiempo. Sin embargo, la hostilidad de Aguiar y Seijas y demás opositores terminó por hacerla claudicar. Luego de este enfrentamiento, y sintiéndose sola y aislada, sin explicaciones ni razones aparentes donó sus libros y se encerró en su celda, para no ejercer el derecho a manifestarse nunca más.
Murió tiempo después, víctima de una pandemia de cólera, en absoluto silencio. Pero tanta persecusión conservadora no pudo acabar con su legado. Su llama feminista y reivindicadora de la mujer, única en su tiempo, no se apagó jamás y continúa viva aún hoy en su obra.