Historias para ser contadas | Blog
Menú
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
  • Series en línea
  • Teatro
  • Televisión
  • Equipo
  • Newsletter
  • Términos y Condiciones
    • Política de Cookies
Menú

La trilogía de Andrea del Boca que marcó los años 90

Publicada el 16/10/202426/04/2025 por Julieta Alegre

En paralelo a las privatizaciones de los canales 11 y 13 en 1989, Andrea del Boca protagonizó tres telenovelas que no sólo obtuvieron buenos números en rating, sino que además significaron el inicio de un proceso de transformación en la industria. Luego de Celeste (1991), Antonella (1992) y Celeste siempre Celeste (1993), a raíz de cuestiones políticas y culturales los culebrones serían reemplazados por productos costumbristas o alejados del modelo clásico de la telenovela. Eso convertiría a estas tres tiras en vestigios de lo que ya casi no existiría más en la TV argentina. Al menos hasta ahora.

La actriz que compitió recientemente en Bake Off Famosos y recreó escenas telenovelescas con personalidades como L-gante o Mariano Iudica, inició su carrera a muy temprana edad de la mano de su padre, el director Nicolás del Boca, en los años setenta. Si bien tuvo éxito desde el inicio y, en el medio —en los ochenta—, también protagonizó un suceso como Estrellita mía, fue a inicios de los años noventa cuando su carrera se catapultó con personajes adultos, y con el culebrón tradicional como formato. Andrea, para ese entonces, era ya la reina de la telenovela. La más grande en el país. La única.

Entrada de Antonella, emitida por la pantalla de canal 13. Fuente: Telenovela del ayer.

En ese entonces, el contexto histórico repercutía de manera inexorable en la forma de producir ficción para la televisión abierta. Dentro de ese proceso, que abarcó desde las privatizaciones del menemismo hasta el estallido económico, social y político de 2001, las tiras de Andrea del Boca y Gustavo Bermúdez como contrafigura serían las protagonistas de un fenómeno que se conoció como la transnacionalización de las telenovelas. Una nueva forma de organización laboral, es cierto, pero también de narrar historias.

¿Qué trama desarrollan Celeste, Antonella y Celeste siempre Celeste, las telenovelas de transición hacia una nueva TV? ¿Y de qué manera acontecimientos del orden de lo político repercutieron en sus narrativas? Más allá de las respuestas, una cosa es segura. Antes de que el contexto empujara al género hacia universos costumbristas, Andrea del Boca tendría su momento de gloria con los últimos culebrones clásicos de producción local. Éxitos que aún hoy se recuerdan. Quizá porque exhiben como casi ningún otro una de las premisas del melodrama: la tensión entre lo inédito y la repetición de siempre lo mismo.

Andrea del Boca por tres: dos mujeres y un destino similar


Luego de que la telenovela reviviera con La extraña dama en 1989 —una producción descomunal con miras a la exportación— hechos ocurridos en el plano de lo político y económico determinaron otra forma de crear contenido para la TV abierta, en especial el referido a la ficción. A mediados de los años noventa Pol-ka transformaría el género, pero antes de eso producciones como las de Andrea del Boca harían historia a partir de la llegada del gobierno menemista y sus privatizaciones polémicas.

Así, en la década del noventa, las tiras nacionales tomaron el espacio de los enlatados mexicanos y venezolanos que en los años ochenta habían reinado en la pantalla. Éxitos como Cristal, Los ricos también lloran y Topacio habían logrado no sólo desplazar las telenovelas argentinas, sino también hacer famosos a artistas extranjeros que vendrían al país casi de inmediato a interpretar telenovelas locales. Ese fue el caso de Jeannette Rodriguez, Lupita Ferrer y Verónica Castro, entre muchos otros. Por eso, con la privatización de los canales y la aparición de producciones independientes, la cosa cambiaba. De pronto, la revancha era posible.

En este marco, se producen Celeste, Antonella y Celeste siempre Celeste, productos que, el menos en cuanto a narrativa, no son del todo innovadores. Para nada alejados del melodrama clásico, sus tramas exhiben los vericuetos de siempre y la heroína como tal responde, en el fondo, al modelo de mujer patriarcal: débil, vulnerable, sumisa. Porque, aunque Antonella se muestra combativa, tanto ella como Celeste representan, a fin de cuentas, a una protagonista definida sólo a través del vínculo amoroso. Tal vez, también maternal.

Escena entre la heroína, Celeste, y la villana, Teresa, en la telenovela Celeste. Fuente: Telefe.

Lo que tienen en común: ambos personajes ingresan a la casa de una familia adinerada —como empleada doméstica Celeste y como secretaria Antonella—, pero con objetivos distintos. En el caso de la primera, lo hace para ganarse la vida luego de abandonar su pueblo natal cuando su madre muere repentinamente. La segunda, porque busca venganza luego de que su hermana, amante del galán, fallece en circunstancias dudosas.

Celeste, en apariencia, se apega más a la heroína clásica que Antonella. Dentro de la mansión Ferrero no sólo se enamora de Franco, el supuesto hijo del patriarca. También encuentra en Teresa Visconti, la matriarca, una villana inolvidable. No faltan en esta historia los obstáculos de siempre: escenas de humillación avaladas por la relación laboral entre Celeste y Teresa, pero también las típicas confusiones sobre la hermandad de los protagonistas o el robo del hijo de la pareja principal a través de engaños.

Pero, por otro lado, esta telenovela que hará uso en su continuación de 1993 de otro recurso clásico como la aparición de una gemela malvada —también interpretada por Andrea del Boca—, se atreve a tocar un tema controversial por ese tiempo: el VHI. ¿De qué manera lo hace? A través de su villana —una inspirada Dora Baret personifica a Teresa—, quien descubre que padece de SIDA en el transcurso de la tira.

Andrea del Boca en el papel de Clara, una de las villanas de Celeste, siempre Celeste.
Andrea del Boca en el papel de Clara, una de las villanas de Celeste siempre Celeste de 1993. Fuente: Foro ADB.

Existe, además, otro elemento disruptivo: el amor no correspondido que le profesa en secreto Célica, el ama de llaves, a la villana. Este no es un dato menor. Un vínculo —aunque quedara en el plano de la fantasía— que no fuera heteresexual resultaba impensado dentro del género. Es cierto que, en paralelo, en unitarios como Atreverse se empezaba a visualizar con seriedad y sin un tono de burla la homosexualidad. Pero en una telenovela resultaba inédito, controvertido y revelador.

Antonella, a diferencia de Celeste, es una joven de ciudad que quiere ser actriz y que se dedica a la animación infantil hasta que la fatalidad toca a su puerta. A partir de allí, su personalidad alocada y extravagante comienza a debilitarse para darle paso al dolor y al odio que le suscita lo ocurrido. Jura venganza. Pero, aún así, y aunque es más irreverente que Celeste, termina por caer rendida ante el amor del galán. La venganza queda de este modo en un segundo plano. O, en realidad, se desarticula con la develación de la verdad. Al final de cuentas, todo lo sucedido es sólo una excusa para relatar la historia de amor entre los protagonistas. Tormentosa, sí, pero, al igual que la tira Celeste, con el clásico final feliz. Del Boca diría de este personaje a la Revista Teleclic:

«Antonella es una loca linda».

Las tres telenovelas tuvieron enorme repercusión e hicieron de sus protagonistas figuras internacionales debido a la exportación. ¿Fueron mejores que otras? No, simplemente coincidieron con una época en la que productoras independientes nacionales realizaron coproducciones con el exterior. Al mismo tiempo, por otro lado, precedieron el momento en el que las productoras argentinas producirían contenido orientado a la programación local. Así, las telenovelas de Andrea del Boca pasaron a formar parte de la etapa de transición hacia una TV del nuevo milenio. Únicas. Diferentes. Fueron lo nuevo en lo viejo. Y el principio de una forma inédita de producir ficción.

El antes y el después de la trilogía


El contexto político posibilitó el incremento de producción local de telenovelas que desplazaron a los enlatados mexicanos y venezolanos. Pero, si bien los primeros años de la década del noventa fueron buenos en términos de audiencia —la TV era la reina del hogar— y de industria —se inició la exportación a Europa, en especial a Italia—, este fenómeno tuvo su lado negativo. Las circunstancias no garantizaron la calidad de los productos y, además, provocaron la pérdida de la referencia local. ¿En dónde puede observarse? En los escenarios neutros, sin anclaje geográfico exacto, y en la manera de hablar de los personajes, quienes utilizan el tú con cotidianidad y prescinden de los modismos argentinos y porteños.

Las tiras de Andrea del Boca —incluso Perla negra (1995), telenovela que presentó una heroína más disruptiva que sus antecesoras— compartieron con otras coproducciones de la época —como Cosecharás tu siembra (1992) y Manuela (1991)—, algunos rasgos:

  • Altos costos de producción financiados con capitales extranjeros.
  • Grandes elencos y figuras reconocidas del ámbito internacional, latinoamericano o local. 
  • Técnicos, actores de reparto y guionistas argentinos.
  • Iluminación y cámaras que se asemejan al cine. 
  • En la escritura de libretos, equipo de guionistas y rotación de actores. 
  • Anclaje fuerte en lo melodramático.
Entrada de Gasoleros, primera tira diaria producida por Pol-ka en 1998 y 1999. Fuente: El Trece.

Además, algunos de estos productos contaron con importantes aportes financieros de grupos vinculados con Silvio Berlusconi. Como estrategia de expansión en la región, se llegó a instalar Televisa con la denominación Televisa Argentina, aunque solamente grabaría cuatro telenovelas entre 1993 y 1994. Esta etapa finalizó en ese último año, con el llamado Efecto Tequila.

Con la aparición de Pol-ka en 1995 con su sello costumbrista y, con el tiempo, de otras productoras como Ideas del Sur y Underground, la telenovela clásica sería cada vez menos producida. Casi hasta desaparecer. Así, cedería su lugar a culebrones brasileños primero, y turcos después como la exitosa Las mil y una noches emitida por canal 13. ¿Se harán otra vez telenovelas argentinas clásicas? Es un misterio. A juzgar por la situación de la ficción en la TV abierta el porvenir es sombrío. Solo queda, al parecer, rescatar del olvido aquellos melodramas que supieron conjugar en otro tiempo figuras de primer nivel con producciones importantes. Y disfrutar a lo lejos de ellos. O detestarlos por segunda vez.

Relacionado

Compartime

Navegación de entradas

← Por qué Juan Moreira hizo temblar a la oligarquía argentina
Amigas de María Soledad rompen el silencio en Netflix →

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Newsletter

Suscribite GRATIS para leer nuestras notas antes que nadie.

Categorías

  • Libros
  • Películas
  • Series en línea
  • Teatro
  • Televisión

Entradas recientes

  • Amigas de María Soledad rompen el silencio en Netflix
  • La trilogía de Andrea del Boca que marcó los años 90
  • Por qué Juan Moreira hizo temblar a la oligarquía argentina
  • Envidiosa, deriva de Pol-ka, ¿y un reflejo donde no mirarnos?
  • Plata dulce, un filme para entender el plan de la dictadura
  • De qué trata 1984, novela de Orwell que inspiró GH
  • La impronta feminista que dejó Rosa de lejos en ATC

Contacto

Instagram
Correo

historiasparasercontadas.papel

¡Amamos tanto lo retro que lo hicimos papel! 📚📚

Seguinos en Instagram

Tienda Online

Esta obra está licenciada bajo CC BY-NC-SA 4.0

Autores: Julieta Alegre y Nicolás Esquivel

Términos y condiciones
Política de privacidad
Historias Para Ser Contadas 2024. Diseño COMUNICO®