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La trama colonialista que Cris Morena convirtió en éxito

Publicada el 10/05/202408/08/2024 por Julieta Alegre

Durante los años noventa, Cris Morena dio un salto definitivo en su carrera y se transformó en poco tiempo en creadora de numerosos sucesos televisivos. Es cierto que hubo otros protagonistas que salieron a escena para convertirse en representantes de un incipiente y extranjerizante estilo, como Marcelo Tinelli y Adrián Suar, pero ninguno de ellos destacó tanto —para el mundo juvenil primero y el infantil después— como la controvertida, prolífica y taquillera productora.

No resultó la única abanderada de aquel proceso cultural que se desarrolló durante la década. Pero sí fue la que mejor supo mantener a lo largo del tiempo vigencia y notoriedad. No deja de sorprender que, aún hoy, consiga la atención de jóvenes que se enamoran de Aliados como si fueran lxs mismos que hace años soñaron con Chiquititas o Casi ángeles.

Informe de la época sobre las privatizaciones de canal 11 y 13. Fuente: Florencia Gonzalez.

Hubo una época en que cumplir quince años significaba viajar a Disney. La meta para llegar al verano eran los cuarenta y cinco kilos. Los programas de TV presentaban artistas de la talla de Kiss, Bon Jovi o Poison. La ropa era de primera marca para evitar la vergüenza. El walkman había cedido su lugar al discman y los casetes a los CDs. Los viajes al exterior eran moneda corriente, incluso para la clase media. Eran años de falsa gloria económica. Lo sabríamos años más tarde y de la peor manera.

Lo que la historia llama Menemismo, vino precedido por hiperinflación y sublevaciones militares que dejaron al desnudo una democracia débil. Quizá, por esa razón, cuando el presidente privatizó a fines de 1989 los canales 11 y 13, nadie imaginó la maquinaria que iba a ponerse en movimiento. Tampoco cuáles iban a ser sus consecuencias a nivel cultural y qué lugar iba a ocupar en ese proceso Cris Morena.

Privatizaciones y convertibilidad, las condiciones para la narrativa de Cris Morena


La nueva televisión que asomó apenas asumió Menem se apoyó, no solo en las privatizaciones de las empresas públicas —decisión que buscaba dar por terminado lo que el gobierno consideraba un gasto innecesario—, sino también en la convertilidad, una de las principales políticas de gestión.

Fue esta ley, que equiparaba artificialmente al dolar y al peso argentino, la que le permitió a los canales realizar importantes inversiones en producción, dejando en el olvido los decorados de cartón y los juegos con premios modestos. Esto transformó la manera de hacer TV y, además, generó cambios importantes en el orden de lo simbólico. ¿Por qué? Las nuevas ficciones vinieron a reformular la manera de definir cuestiones cotidianas pero trascendentes como el éxito, la belleza o el amor.

Primer identificador de Telefe, canal donde desarrolló sus proyectos Cris Morena. Fuente: Esteban Rodriguez.

Hasta las primeras privatizaciones, quien había liderado el rating había sido el 9 de Romay. Sin embargo, de un momento a otro, éste perdería hegemonía después de su último suceso —La extraña dama, cuyo capítulo final llegó a medir casi cincuenta puntos de rating en febrero de 1990—, para nunca volver a recuperarla.

Como una maldición, aquel éxito no se le repetiría al 9. Tampoco a otro canal, con una excepción. Televisión Federal, comercialmente conocida como Telefe, salió al aire en enero de ese mismo año y pisó fuerte de inmediato —incluso superó al renovado 13— para convertirse, en pocos meses, en el nuevo líder de audiencia.

Las ficciones emergentes fueron en concomitancia con el espíritu de época. El dólar lo dominaba todo. La frivolidad, el lujo y un estilo de vida emparentado con el norteamericano invadieron las pantallas y construyeron una estética que impuso modelos. Esto no resultó inocuo para nadie, pero sobre todo para la audiencia más joven, que creció creyendo que la aparente bonanza económica era permanente y real.

¿Cómo y por qué sobrevivió hasta hoy una productora como Cris, pese a los cambios sociales, económicos y culturales que se dieron en Argentina después del estallido social en 2001? Para averiguarlo, primero es necesario conocer a la persona detrás del fenómeno.

Jugate conmigo, la semilla de la maquinaria noventista


Para responder quién es Cris Morena, es preciso viajar a los años ochenta dado que, si bien es cierto que las privatizaciones marcaron un punto de inflexión en su carrera, cuando esto ocurrió ya era una artista conocida en el medio.

En esa época, trabajaba como actriz en telenovelas de la tarde, películas pasatistas que todavía llenaban las salas de los cines y comedias clásicas como Mesa de noticias. También desarrollaba su veta autoral escribiendo canciones para otras figuras —Tinelli y Flavia Palmiero utilizaron sus temas en sus programas—. Pero no cumplía un papel central en los trabajos en los que participaba y sus apariciones en los medios eran esporádicas y menores.

Fue la llegada de Gustavo Yankelevich —su esposo por aquel entonces— a la dirección artística de Telefe en 1991, la que iba a cambiar el panorama y su carrera. Este hecho le abrió puertas, ya no como intérprete sino como conductora y creadora de ficciones que iban a terminar por construir un sello propio: el mundo Cris.

No se trata de afirmar que su vínculo con la cúpula de la emisora le haya posibilitado ocupar un rol que no merecía. Pero sí resulta innegable que esta cercanía le brindó mayores posibilidades para desarrollar sus proyectos en la señal, cuyo liderazgo era rotundo y salir por su pantalla, casi una garantía de éxito.

Creaciones de Cris Morena, de 1991 a 2000.

En junio de ese año, la actriz se animó por primera vez a asumir la conducción. Lo hizo en un formato traído de Norteamérica llamado Double Dare que se transmitía por Nickelodeon. Rebautizado aquí como Jugate conmigo, repetió la receta del programa original: juegos que requerían de destreza física, una estructura imponente repleta de toboganes y muñecos gigantes y enchastre por doquier.

El envío estaba dedicado al público adolescente. También tenían la misma edad los  participantes y el staff que acompañaba a  la conductora. Las chicas no superaban los dieciséis años y tampoco los cincuenta kilos. Ellos, en cambio, eran unos años mayores, con cuerpos atléticos que delataban trabajo en el gimnasio y un bronceado digno de quien viaja al exterior. Desde el primer momento, la consigna fue clara: jóvenes, hegemónicos y heterosexuales, algo que ya en el primer programa dejaban en claro los varones en sus coloridas presentaciones.

Jugate conmigo salió al aire solo un año después de que terminara Socorro, quinto año, el controvertido programa que había retratado la adolescencia local. Pero, en términos narrativos y simbólicos, había entre ambos programas décadas de distancia. Y ese proceso, por desgracia, no logró revertirse en los siguiente años, salvo contadas excepciones.

El uso de la magia en los productos de Cris Morena


En la presentación de Jugate conmigo, su primer programa de la década, la conductora utilizó un recurso que sería un sello distintivo de su vínculo con la audiencia en el futuro: miró a cámara e interpeló desde la emoción. Valiéndose de esta estrategia, confesó ante sus fans su experiencia adolescente:

«(…) nos prohibieron todo (…). Jugate conmigo. A lo mejor con vos logro saldar esa materia que me quedó pendiente y me ponés un ´alcanzó´”.

Cris Morena

¿La respuesta de la tribuna? Un aplauso cerrado. Pero pese al gesto de aprobación, casi nadie o nadie de su público entendió el alcance de aquellas palabras.

¿Qué significaba para ella la falta de libertad? Cris Morena era una mujer de casi treinta y cinco años proveniente de una familia acomodada porteña que había asistido a los mejores colegios. Es cierto. Pero también es verdad que de joven había desarrollado una faceta social. En los años setenta estudió Trabajo Social y, además, colaboró activamente con el padre Mugica, fundador del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo asesinado por la Triple A.

Sin embargo, en 1991 sus palabras no escondían una noción de libertad más profunda. Si alguien esperó en ese momento una referencia a la dictadura argentina, se quedó con las ganas. No ocurrió. Ni en ese momento ni en ninguna de las ficciones que crearía después y que la harían famosa en Latinoamérica y en países como Rusia o Israel.

Con ese primer discurso, inauguró una fórmula mágica que calaría hondo en la audiencia: cualquier problema podía resolverse si no se dejaba de soñar. Se trató de una idea vacua que atravesó sus producciones con el mismo tono que las frases motivacionales inundan las redes sociales hoy. Con esta premisa y gracias a ella, sus programas se convirtieron en una oda constante al optimismo sin conciencia social, lo que traería consecuencias.

Promoción de Quereme, primera ficción juvenil de autoría de Cris Morena. Fuente: Jugate con Cris.

El imperativo mágico que con soñar todo es posible tenía su correlato en la vida idílica que mostraba, a modo de espejo, Jugate conmigo. Porque, como era de esperar, el staff contribuyó a construir y fortalecer representaciones juveniles que iban a terminar por teñir también las ficciones para adolescentes en general, y no solo las de Morena.

Estxs jóvenes, además de cumplir con los requerimientos estéticos de la época, provenían de barrios prósperos de la capital. Llevaban el estilo de vida que el Menemismo había puesto al alcance de un sector de la clase media por un rato y que era presentado por los medios como símbolo de éxito y prosperidad.

Si bien de manera explícita Cris no señalaba que así debían ser y lucir lxs adolescentes, en su mundo no había lugar para cuerpos que no fueran hegemónicos o personas que reflejaran un sector social menos favorecido. Así operan las representaciones: fijan ideas en el orden de lo posible, pero también de lo deseable. Y quienes no aparecían reflejados en la pantalla, buscaban, al menos, acercarse a aquellos modelos.

Quereme y Life college, las primeras series juveniles del mundo Cris


Cris Morena escondió sus mensajes controvertidos detrás de palabras amorosas y efectivas. Pero las contradicciones de sus productos fueron demasiado evidentes como para pasar desapercibidas. Basta con leer las letras de las canciones de Jugate conmigo para comprobar la incoherencia con lo que el resto del programa mostraba.

En el tema Flaca, flaca, por ejemplo, la autora denunciaba la presión estética que sufrían las personas por permanecer delgadxs a como diera lugar. El videoclip —todas las canciones tenían su video, repleto de clichés televisivos— mostraba al staff resistiendo ante una comida deliciosa o sufriendo en el gimnasio.

En sus primeras estrofas, los varones cantaban: “La tele nos dice flaco, flaco, flaco”. En el estribillo y al unísono, entonaban hombres y mujeres: “Quiero ser como soy, quiero ser yo”. Lo irónico es que quienes reclamaban ese derecho no reflejaban al adolescente promedio. Las identidades indígenas y afrodescendientes, las diversidades sexuales y de género y los cuerpos no hegemónicos no estaban representados en ese segmento y en ningún otro que llevara su firma. Y así sería siempre, hasta hoy.

Videoclip de la canción Flaca, flaca, incluida en el primer álbum de Jugate conmigo. Fuente: Jugate con Cris.

En ese mismo contexto cultural, Cris Morena materializó su segundo intento por contar una historia. La primera habia sido Quereme, una serie juvenil de frecuencia semanal que protagonizó en el verano de 1994, junto al ex staff del programa. Aunque parecía una historia prometedora —Cris encarnaba a una periodista que descubría en las Cataratas del Iguazú a una banda de traficantes de animales—, a los dos meses de su estreno fue cancelada por bajo rating.

Por eso, la nueva ficción que apareció como un segmento dentro de Jugate conmigo, fue la revancha que la productora necesitaba. Life college se presentó como una telenovela de 15 minutos de duración que contaba la vida de un grupo de estudiantes en un exclusivo colegio privado. En esa ocasión no participó como actriz e incluyó al staff actual, que estaba integrado por los ahora actores Luciano Castro y Michel Brown, entre otrxs.

La tira se volvió de inmediato en el momento que más rating hacía el programa y contribuyó así a fortalecer la fantasía menemista que, con los medios de comunicación a su favor, terminó por convertirse en el gran sueño argentino. Blanco, joven, delgado, hegemónico y heterosexual seguía siendo la consigna. A esa altura y frente a las evidencias, parecía algo muy difícil de revertir. Y así sería por mucho tiempo.

Verano del 98: más de lo mismo


Después del suceso de Life college, Cris Morena volvió a interpelar a la audiencia juvenil con Verano del 98, su última ficción de la década. En su planteo inicial, la tira se parecía demasiado a Dawson’s Creek como para no ser considerada una versión local. Pero, más allá de las desmentidas, con los meses se diferenció y generó su propia trama. Duró tres exitosos años.

Verano del 98 se centraba en la vida adolescente del pueblo ficticio Costa Esperanza. Fiel a su fórmula, la productora pobló la escena con cuerpos de pieles claras y se valió de soluciones mágicas para resolver los conflictos. Con el tiempo, es cierto que la tira sufrió cambios y se transformó en un culebrón con jóvenes religiosas, asesinos sueltos y desapariciones inexplicables. Pero nada cambió en realidad: tras una forma nueva, el contenido continuó siendo el mismo.

Entonces, ¿cuál fue la clave del éxito de Cris Morena? No parece ser la innovación. Sus programas, pese a que presentan tramas diferentes, repiten hasta hoy un patrón que no desaparece aunque el Menemismo haya encontrado su ocaso hace más de veinte años.

Ni siquiera sus intentos por crear protagonistas no estereotipados, evidenciaron un tratamiento serio y por fuera de los modelos que, desde el principio, ayudó a perpetuar. La historia de Tadeo —el primer personaje gay en una tira juvenil local— dentro de Verano del 98, por ejemplo, estuvo repleta de clichés y muy lejos de series como Heartstopper o Educación Sexual.

Incluso Walt Disney —por convicción o conveniencia comercial, o ambas— ya en los años noventa modificó sus productos y puso como protagonistas a cuerpos no hegemónicos como Pocahontas (1995), Mulan (1998) o, más cerca en el tiempo, Elsa (2013). Pero Cris Morena no. Nunca se transformó.

Cierre de la primera temporada de Verano del 98, última creación de Cris Morena de la década. Fuente: Telefe.

Porque, en realidad, ésa es su apuesta: reproducir el orden cultural vigente, haciendo más de lo mismo para garantizarse un nuevo éxito, pero también para contribuir a que nada cambie. Aquella fórmula que muchas veces la condenó ante la mirada de algunos colectivos, es la que le permitió también sobrevivir. ¿Cómo o por qué? Sus ficciones siempre estuvieron en consonancia con la narrativa en la cual se fundó nuestro país como nación hace ciento cincuenta años. Un relato que no perdió vigencia y logró adaptarse a las diferentes coyunturas.

Se trata de la misma mirada que refiere a nuestros antepasados como europeos y niega los lazos con la población afrodescendiente e indígena. En ese universo creado por personajes como Sarmiento, la dicotomía civilización y barbarie lo domina todo. El mito que proclama: “lxs argentinxs bajamos de los barcos» aún es el que domina. Esa idea enclavada en nuestra cultura encuentra expresión en los productos de la industria cultural, también en las ficciones triviales de la TV.

Tal como si la colonización no hubiese terminado, este discurso oficial, extranjerizante y negacionista que se presenta como único y verdadero, y que las instituciones estatales también reproducen a la par que algunos medios de comunicación, continúa dando batalla.

Seguimos mirándonos en un espejo que no nos pertenece. Continuamos perpetuando una forma cruel e injusta de invisibilizar nuestra identidad. Sí, es cierto. Pero, por fuera del mundo Cris Morena, también existen ficciones que vienen a poner voz a quienes no la han tenido nunca, romper estereotipos y mostrar(nos) quiénes somos a través de representaciones más inclusivas y realistas. Ojalá éstas signifiquen el principio de un auténtico cambio de paradigma.

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1 comentario en «La trama colonialista que Cris Morena convirtió en éxito»

  1. Juan Pablo dice:
    11/05/2024 a las 02:12

    Excelente. Esto sirve para repensar nuestra cultura, y cambiar el pensamiento europeizado que aún nos gobierna en muchos niveles de nuestra vida. Sólo el pensamiento crítico nos librará verdaderamente de culturas extranjeras.

    Responder

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Autores: Julieta Alegre y Nicolás Esquivel

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